"¿Traumas yo? No, qué va. He tenido una infancia normal...."
No es nada extraño encontrarnos con gente que arrastra síntomas desde hace muchos años como: ansiedad, inseguridad, obsesiones, insomnio, explosiones de ira, dificultades en las relaciones personales, etc.; y a la que si le preguntamos cómo ha sido su vida, su respuesta es algo así como "Mi vida ha sido normal, mi familia normal, mi infancia normal, todo normal... no encuentro motivo para lo que me ocurre".
Algunos se convencen de que han nacido con algún tipo de problema que les juega la mala pasada de desarrollar estos síntomas. Esto se puede manifestar con creencias del tipo: hay algo malo en mí, soy defectuoso, no soy normal, no merezco que me pasen cosas buenas; entre otras.
Lo cierto es que, una vez descartadas causas orgánicas para los síntomas, hacer una buena revisión de la historia personal de cada individuo es esencial, pues existen lo que llamamos traumas ocultos. Estos traumas son aquellos acontecimientos que, para la visión del adolescente o del adulto que revisa su vida, no son relevantes, le parecen acontecimientos vitales de ninguna o poca relevancia, incluso han podido llegar a creer que algunas cosas negativas que les pasaron, en el fondo, fueron buenas. ¿Un ejemplo? Cuando alguien me dice: "Gracias a la educación de mis padres he aprendido a no ser un ingenuo y a no fiarme de la gente así como así". Esta afirmación puede esconder por detrás muchas cosas, como problemas en los vínculos entre los padres y los hijos, roles mal estipulados o cambiados (hijos parentalizados)...
La terapia puede ayudarnos a tener una nueva visión de lo que ha sido nuestra infancia y nuestra vida mucho más ajustada a una realidad objetiva. Esta nueva forma de mirarnos puede permitir explicarnos los síntomas actuales y, desde ahí, poder detectar y trabajar con estos traumas ocultos para que, por fin, no nos supongan un lastre en nuestro día a día.
Iris Raga
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